jueves, 22 de enero de 2015

La reinvención, la consolidación y la innovación: Óscar para mejor director



Birdman, Boyhood y Gran Hotel Budapest (estricto orden alfabético) podrían haber superado sin problemas a las ganadoras de las dos ediciones pasadas del Óscar: 12 Años esclavo (2014) y Argo (2013) o bien a las ganadoras de años menos afortunados como el 2009 en el que ganó Zona de miedo (The Hurt Locker).
En la lotería de la creación les tocó estar juntas a estas tres películas. Es un buen año para los Óscares y un año difícil para los pronósticos.
Es un año de propuestas, de tres películas de autor, por lo que prefiero enfocarme a la disputa por el Óscar para el mejor director. En la terna identifico tres tendencias: La consolidación, la reinvención y la innovación.



La consolidación de Wes Anderson, que con Gran Hotel Budapest logró hacer eco en el gran público, sobrevivió el largo periodo de espera al ser estrenada en el primer semestre del 2014, pero sobretodo, es fiel a su estilismo simétrico, actuaciones guiadas por acentos físicos, una deliciosa dirección de arte y un ritmo más parecido al de una sinfonía que al de una película, variando del Adagio lento y majestuoso, al vigoroso Allegro.  Supera el prejuicio de director marginal y de películas estrafalarias, ganado al pulso con sus creaciones en “The Royals Tenenbaums” (2001) ó La vida acuática de Steve Zissou (2004). Tal vez el Óscar no era su mayor interés, pues su película era favorita para ganar el Oso de oro de Berlín que perdió cerradamente ante la película china “Black Coal”. Tuvo que conformarse con el Oso de bronce que otorga el gran premio del jurado. Grand Hotel Budapest, disputará orgullosa el galardón.



La reinvención es de Alejandro González Iñárritu, quien se aleja del tono sórdido, melancólico y rugoso de su anteriores cintas (Biutiful, Babel, 21 gramos) para reinventarse en la comedia, la reflexión y el gozo puro de la actuación con “Birdman”. La desfachatez para sembrar  hechos “sin sentido” en la puesta en escena – ese baterista presente en la calle y camerinos- hasta los guiños fellinescos –cortesía de la banda universitaria y botargas de superhéroes en el escenario- hasta la sana ruptura de la cuarta pared, muy a lo “House of cards”, cuando nos hace cómplices del debate. Claramente influenciado por Alfonso Cuarón  echa mano del plano secuencia y se hace servir con maestría del inquieto ojo del fotógrafo Lubezski. Para algún sector de la crítica norteamericana, la cinta fue sobrevalorada, pero sin duda alguna, es una propuesta que no puede pasar indiferente.




La innovación es de Richard Linklater, pues Boyhood es primero que nada una gran, pero gran idea y sobre todo, una idea extremadamente difícil de realizar. Al igual que Gran Hotel Budapest, participó en el festival del Berlín en el que obtuvo el Oso de plata por la mejor dirección. El resultado es un cinta de una sinceridad transparente: No hace falta una dirección de arte que nos lleve al año 2002, pues estamos viendo auténticamente todo lo que se viste, escucha y baila en el año 2002. Pero sobre todo logra una cinta que sin recurrir a giros y aspavientos logra retratar una vida cotidiana entrañable. Y creo que esta última palabra es la que describe mejor esta película y que sobretodo para el público y miembros de la academia tendrá un efecto definitivo: Boyhood es entrañable sobre todo para el ciudadano norteamericano, revive sus referencias en tendencias de lectura y moda; sus momentos de esperanza política, sus encuentros con los nuevos veteranos de guerra; su camino en ese american way pavimentado para rodar su vida.

Por esto último creo que Boyhood lleva ventaja en la disputa, que este año cuenta con una terna para el mejor director que luce extraordinaria.

sábado, 17 de enero de 2015

Marco Polo o La verdadera historia del gran corcel de oriente: Kublai Khan


La estoy viendo: sí.
 

La seguiré viendo: seguro.

La nueva producción exclusiva de Netflix, parece haberle puesto palomita a todo el check list de una serie exitosa: Producción espectacular, drama épico, intriga política, sexo y violencia.
Los trabajos más conocidos de su creador, John Fusco, son los guiones de la película animada “Spirit” e “Hidalgo” (ambas historias donde la figura principal son caballos). Al parecer es apasionado de la obra original los viajes de Marco Polo a los que es fiel en el sentido histórico y su amor a lo caballos con lo s que hizo dos guiones de película ahora se deposita en el Corcel del Oriente: Kublai Khan.
Cual es el único granito del arroz: El personaje principal, Marco Polo, encarnado por el debutante actor italiano Lorenzo Richelmy; es más un vínculo occidental con la gran historia épica del Imperio Mongol, que la gran figura central.
Quien se roba la serie y entorno al que gira la trama realmente, es nada menos que Kublai Khan (Benedict Wong), nieto del mismísimo Gengis Khan. Ni Alejandro Magno, El imperio romano o Napoleón pudieron igualar al imperio Mongol que alcanzaba la parte extrema oriental de Europa (Kazajistán) y medio Oriente, hasta la China continental y Siberia.
Marco Polo es más un observador romántico, que poco a poco se va enamorando en todos los sentidos, de la cultura oriental. Y tal vez no hubiera podido ser diferente, ¿qué papel puede jugar un humilde comerciante veneciano frente al más grande emperador de todos los tiempos?
Netflix cumple y crea adicción al momento que termina cada capítulo, en una serie que te atrapa y obliga ver de dos a tres capítulos de golpe.

Reparto: 10 (Aplausos a Benedict Wong)

Producción: 10

Guiones: 9 (Sólo por la debilidad del supuesto protagónico Marco Polo)